La duración de las diversas eras también fue distinta para los egipcios, siendo la diferencia entre el ciclo más largo y el más corto, de 720 años.
Si miramos el zodíaco, advertiremos que Aries y Tauro están uno al lado del otro y tienen la misma duración, es decir, 2.304 años. Lo mismo ocurre con Géminis y Cáncer, y con Leo y Virgo. Puesto que el signo de Acuario está junto al de Piscis, también tienen la misma duración: 2.016 años. Otro tanto ocurre con Escorpio; como está junto a Libra, se deben contar 1.872 años. El ciclo completo abarca 25.920 años.
Duración total = 25.920 años.
Series numéricas zodiacales
La duración de las diferentes eras puede anotarse en una serie específica de números, ¡y no existe otra posibilidad!
Figura 18.
El zodíaco de los Egipcios.
Yo hallé esta serie luego de haber restado el período más corto del más largo (2.592 - 1.872 = 720). Eso es diez veces 72. Luego de hacer algunos cálculos me di cuenta de que otras restas también arrojaban múltiplos de 72. Colocándolos en orden de mayor a menor y siguiendo los múltiplos de 72, obtuve:
2.592 – 1.872 = 720 = 72x10
2.592 – 2.016 = 576 = 72x8
2.304 – 1.872 = 432 = 72x6
2.304 – 2.016 = 288 = 72x4
2.016 – 1.872 = 144 = 72x2
El número 432 tiene una posición central y es igual a 1/6 de la duración del zodíaco. 4.320 x 6 = 25.920; debe multiplicarlo por seis porque al lado de 432 se encuentra la serie 72 x 6.
Más conclusiones: los signos con un periodo de 2.592 y 2.016 están en esta serie al comienzo y al final. Esto significa que están en oposición como en el zodíaco real. Los signos con una duración de 2.304 y 1.872 se hallan en el medio.
Descubrí aun más series de números. En los cálculos precedentes pueden apreciarse junto a las series de múltiplos de 72, las multiplicaciones equivalentes (por ejemplo, 720 = 72 x 10). Al multiplicar los múltiplos por los números equivalentes de los múltiplos, arribé a las siguientes series:
720 x 10 = 7.200
576 x 8 = 4.608
432 x 6 = 2.592
288 x 4 = 1.152
144 x 2 = 288
En esta última serie resté del número más alto (7.200) el número justo debajo de él (4.608), y obtuve como resultado el número 2.592, lo cual es muy importante. Por lo tanto, repetí este ejercicio unas pocas veces. Apareció una serie de cuatro números. Otra resta siguiendo el mismo método, dio como resultado el número 576, tres veces. Este es un asombroso resultado que conduce a la siguiente solución:
7.200 - 4.608 = 2.592 2.592 - 2.016 = 576
4.608 - 2.592 = 2.016 2.016 - 1.440 = 576
2.592 - 1.152 = 1.440 1.440 - 864 = 576
1.152 - 288 = 864
Usted puede apreciar que 576 aparece tres veces, entonces multiplíquelo por tres: 576 x 3 = 1.728. Cuando se divide la primera serie por este número, se obtiene:
7.200 ÷ 1.728 = 4,1666666
4.608 ÷ 1.728 = 2,6666666
2.592 ÷ 1.728 = 1,5
1.152 ÷ 1.728 = 0,6666666
288 ÷ 1.728 = 0,1666666
Cuando se resta la serie hallada dos veces entre sí, según se indica precedentemente, se arriba a:
4,1666666 - 2,666666 = 1,5
2,6666666 - 1,5 = 1,1666666
1,5 - 0,666666 = 0,8333333
0,6666666 - 0,1666666 = 0,5
1,5 - 1,1666666 = 0,333333
1,1666666 - 0,8333333 = 0,333333
0,833333 - 0,5 = 0,333333
Las series son claras: algo tiene que dividirse o multiplicarse por tres. Luego de hacer algunos trabajos de investigación, encontré el vínculo. Los números 288 y 864 se hallan en estos cálculos al terminar las series, donde encontré el número 576 tres veces, como resultado final, entonces es lógico que deban multiplicarse por tres.
288 x 3 = 864
864 x 3 = 2.592
Ambos números apuntan a códigos que descifro en la parte que sigue.
864 ÷ 2.592 = 0,3333333
El número 864 es el primer período en una progresión estelar en la Atlántida; 2.592 es el segundo. Si tiene que dividir 864 por 2.592, entonces significa que debe seguir el mismo procedimiento para todos los periodos siguientes.
Los códigos secretos del zodíaco de la Atlántida
* En estos años se produjo un cataclismo durante el cual la Tierra se vio sacudida por enormes cambios.
En el último año de este ciclo, advertimos que aparece el número 10; ¡ese año la Atlántida fue destruida completamente!
Luego del descubrimiento de estas series de números, me quedé en silenció por unos momentos, pues debía contemplarlo. Sus cálculos demostraban con suficiente claridad que la Tierra no podía, de ninguna manera, recorrer un ciclo completo del zodíaco. Cada tantos miles de años ocurría algo desastroso, lo cual revertía el movimiento a lo largo del zodíaco. Pero, cómo hacían para predecir el fin del mundo, aún seguía siendo un misterio para mí. Aquí y allá vislumbro un rayo de esperanza para seguir develando los códigos. Si, por ejemplo, usted llegara a estudiar el movimiento a lo largo del zodíaco antes y después de cada cataclismo, notará que a veces se produjeron drásticos cambios. Antes del primer cataclismo, el zodíaco pasó de la estrella de Libra a Leo (Libra —> Virgo —> Leo). En Leo, la superficie de la Tierra cambió drásticamente: partes del terreno se hundieron bajo el mar, nuevas islas surgieron, hubo volcanes que entraron en erupción, etc. Cuando todo volvió a aquietarse, pareció como si se hubiera producido un gran giro en la precesión del zodíaco y ahora iba para el otro lado.
En otras palabras, cierto mecanismo, algo en el interior de la Tierra se había dado vuelta completamente. Eso hizo que el movimiento fuera de la siguiente manera: Leo –> Virgo –> Libra. Un par de semanas antes, yo había leído un artículo sobre la reversión del campo magnético de la Tierra y fue bueno que lo hubiese guardado. Volví a leerlo con gran atención y pronto me convencí de que contenía una importante clave para resolver el misterio. Lo resumiré aquí, para usted: la parte ígnea de la Tierra —o “magma”— pesa alrededor de quince mil millones de toneladas. En su centro rota un núcleo a una velocidad apenas un poco mayor que las masas circundantes. El núcleo interno sólido de la Tierra tiene un radio de 1.200 kilómetros y “flota” en el núcleo externo líquido; tiene una consistencia similar a un jarabe, un radio de 3.500 kilómetros y ambos están formados mayormente de hierro.
La temperatura del núcleo interno es superior a la del externo, por lo tanto, cabe esperar que el núcleo interno también sea líquido. Pero, dado que la presión es mayor que la del núcleo externo, el hierro no puede derretirse. Por la transferencia de calor, aparecen corrientes convectoras en el núcleo externo; estas generan un campo magnético que se refuerza a sí mismo. El núcleo externo puede considerarse como una dínamo autorreforzante, como la dínamo de una bicicleta que, en lugar de luz, genera magnetismo. Esto puede evaluarse con una brújula que apunte a las líneas de fuerza. Es realmente importante lo que continúa después del descubrimiento de que el núcleo interno rota a 1.1 grados más que la capa terrestre, pues esto significa que el núcleo interno es 0,8 segundos más rápido por día y que en el borde de los núcleos interno y externo se produce un cambio de alrededor de setenta metros por día.
Me quedé pensando en que esa podría ser la explicación de la precesión del zodíaco porque, si la rotación de la capa terrestre es más lenta que el núcleo interno, entonces debe haber un efecto, aunque sea muy insignificante.
Para ser precisos, la Tierra “gira” por el zodíaco en 25.920 años. Esto concuerda con una rotación de la Tierra sobre su eje de 360 grados. Dado que la Tierra rota sobre su eje en un día, significa que quedamos 24 horas atrás. Eso hizo sonar una campana. Veinticuatro horas concuerda con un número específico de segundos. Hay sesenta segundos en un minuto y, en una hora, 60 x 60 = 3.600. Si multiplica este resultado por 24 obtendrá 86.400.
“¿Cómo es posible?”, me preguntaba en voz alta, “los atlantes han manipulado el tiempo hasta tal punto que puede utilizárselo para calcular el código de la precesión del zodíaco”.
En verdad no es tan difícil, lo único que debe hacerse es dividir. Si la Tierra se retrasa 86.400 segundos en 25.920 años, entonces, esto implica un cambio anual de 86.400 ÷ 25.920 = 3,33333333 segundos, exactamente la serie de números que yo ya había encontrado en el zodíaco. En verdad, quedé atónito. Esos atlantes no sólo se encontraban en la cuna de nuestras matemáticas sino también de nuestro tiempo. Y todo esto es un indicio de que el cambio en el tiempo de rotación de la Tierra gira sobre un mecanismo, el cual sólo puede terminar en una catástrofe. Esa era su manera de describir el misterioso comportamiento del campo magnético de la Tierra.
Ahora, echemos un vistazo a los otros cataclismos. Antes del segundo, la Tierra se movía desde el signo de Escorpio al de Sagitario, y de un solo golpe fue catapultada a la era de Acuario. Allí, el movimiento no se revirtió. Como hemos visto anteriormente, este movimiento tiene su origen en el comportamiento autodeterminante del núcleo de la Tierra. Dado que hubo sólo un repentino cambio de eras, esto prueba que el núcleo de la Tierra siguió girando en la misma dirección, pues si se hubiera revertido, entonces las eras deberían haber ido en la dirección opuesta, como antes y después del primer cataclismo.
Finalmente llegamos al tercer cataclismo, el que destruyó la Atlántida por completo. El día de la destrucción, como también la magnitud de la catástrofe, fueron predichos correctamente basándose en datos previos, y esto es algo que todavía no comprendo, aunque he realizado desesperados intentos. Lo que pude deducir es que el zodíaco fue de Cáncer a Leo y luego se detuvo abruptamente. El campo magnético de la Tierra cambió, el núcleo interno fue en la otra dirección y el zodíaco por el que viajaba, en dirección opuesta. Ese es el movimiento que aún seguimos en la actualidad. ¿Cómo terminará esto?
Con el fin de poder calcularlo, debemos adoptar la manera de pensar de los atlantes y de los egipcios. Su suposición era que había una fuerza R que provenía del universo, teniendo como punto inicial el postulado de que cada acción es seguida por una reacción R, es decir, el resultado de la interacción de los elementos, el pensamiento de los seres humanos y su imagen reflejada en el espejo. Es a partir de esta dualidad del bien y del mal del ser humano y su imagen reflejada, que los sacerdotes pudieron calcular las “Combinaciones Celestiales Matemáticas”. Basándose en esto y en las diversas combinaciones de la radiación desde enormes soles de los signos zodiacales, pudieron obtener números absolutos que permitían predecir el bien y el mal. Tal vez suene un tanto complicado, pero como ya lo he demostrado antes, las secuencias de series numéricas simples están detrás de todo esto; es una mera cuestión de hallar el código.
Hay que seguir la misma estrategia para continuar develando los secretos de la Atlántida. Su punto de vista era que las futuras generaciones, a causa de estos hechos, no podrían leer los textos sagrados. Sólo un mensaje numérico podría comprenderse y decodificarse, y esto lo prueban las “Combinaciones Matemáticas” que he descubierto. Sólo deben insertarse en un plan gigantesco, del cual son una parte; la huella de un plan computarizado de mil años de antigüedad. Con el fin de lograrlo, probablemente necesitemos mucha más información de la que tenemos ahora, la cual sólo podrá hallarse con nuevas excavaciones o sometiendo todos los datos astronómicos que poseemos a un nuevo examen. Hay que estudiar ambas posibilidades urgentemente, porque en la transición desde la Era de Piscis a la Era de Acuario, la Tierra se destruirá y las antiguas escrituras lo prueban:
1) Los atlantes pudieron determinar el día exacto de la destrucción de su mundo, basándose en las “Combinaciones Matemáticas Celestiales”.
2) Estas “Combinaciones” están conectadas con el pasaje de los diferentes signos del zodíaco.
3) Los planetas tienen su importancia para determinar la “fecha del fin” de una era, y el planeta Venus es especialmente relevante para los mayas.
Basándonos en estos datos, debe ser factible descifrar el código del Plan Maestro que está detrás de todo esto. Tengo una urgente petición que hacerles a todos, sean astrónomos, matemáticos, físicos, etc., y es que traten de develarlo. Si no lo logramos a tiempo, entonces el mundo se destruirá sin haber podido hacer una seria advertencia. Pero también podemos hallar estos conocimientos en los monumentos dejados por nuestros predecesores.
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